Por el Padre Shenan J. Boquet – presidente de Vida Humana Internacional.
Publicado el 23 de septiembre del 2024.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”
Hebreos 12:1
No sirve de nada negar la realidad de que los desafíos para vivir una vida de fe en la actualidad son legión. Atrás quedaron los días en que la fe impregnaba todos los aspectos de la cultura. Eran los tiempos en que los santuarios de Nuestra Señora marcaban los cruces de caminos públicos, cuando las fiestas nacionales coincidían con la celebración de los grandes días festivos (es decir, los días festivos) y cuando la abrumadora presión social era ir a misa o a la iglesia los domingos. Ir de compras los domingos ni siquiera era una opción, y prácticamente todo el mundo estaba familiarizado al menos con los lineamientos básicos de los relatos clave de las Escrituras, etc.
En cambio, vivimos en una cultura firmemente secular.
Como escribe el Cardenal Robert Sarah en The Day is Now Far Spent: “Hace poco tiempo, los jóvenes se bañaban en el gran baño de los valores indiscutibles que resultaron de la civilización judeocristiana. Hoy, esos valores son rechazados como desajustados y dilapidados, y son combatidos”.
En un pasaje punzante del mismo libro, el Cardenal Sarah diagnostica la “decadencia” de nuestra época. Describe cómo esto ha producido una sociedad totalmente cerrada a los valores trascendentes. En nuestra era secular, escribe:
El hombre pasa de las fiestas a las vacaciones, de los viajes a los banquetes. La vida es un gran juego. Todo lo exótico es prometedor. El sufrimiento, ya sea interior o físico, ya no tiene un lugar legítimo. Es necesario esconder a los discapacitados, olvidar a los enfermos y almacenar a los ancianos. Finalmente, la indiferencia es la regla tácita con respecto a las cuestiones que conciernen a Dios y a la religión. La búsqueda del goce, del éxito y de la realización aleja cada vez más a las personas de Dios. La vida se ha convertido en una fiesta sin Dios.