Por el Padre Shenan J. Boquet – presidente de Vida Humana Internacional.
Publicado el 3 de junio del 2024.
Alguna vez las sociedades respetaron casi universalmente a la familia y los derechos de los padres a criar y educar a sus hijos, reconociendo el papel único de la familia como unidad esencial y “célula vital de la sociedad” (Familiaris Consortio, 42). Sostuvieron que los padres tienen una responsabilidad insustituible y son los más capacitados para enseñar y transmitir valores culturales, sociales, espirituales, morales y religiosos que no sólo son esenciales para el bien de la familia misma, sino también para el bien de la sociedad.
La Iglesia considera a la familia como la primera sociedad natural con derechos inherentes que le son propios. Enseña que la familia “no existe para la sociedad ni para el Estado, sino que la sociedad y el Estado existen para la familia” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, Nro. 214). Además, sitúa a la familia en el centro de la vida social, advirtiendo que excluir a la familia de la posición que le corresponde en la sociedad sería causar un daño grave a la sociedad.
Sin embargo, a pesar de estas advertencias sobre el papel central de la familia en el auténtico bienestar y crecimiento de la sociedad, la familia ha sido objeto de un creciente escrutinio y ataque en todo el mundo, especialmente en las llamadas naciones desarrolladas que han rechazado los principios judeocristianos. Habiendo optado en cambio por abrazar “valores” seculares, muchos en la sociedad y los gobiernos occidentales ven a la familia, piedra angular y fundamento de la sociedad, como una amenaza a su visión. Ven a la familia como una de las dos instituciones que frustran sus planes, la otra es la Iglesia.
Con consecuencias nefastas, estos “nuevos visionarios” están teniendo un enorme impacto en la forma en que la gente ve el matrimonio y la familia y exigen cada vez más cómo los padres deben criar a sus hijos. Y saben que la mejor manera de socavar el impacto de la familia es romper los vínculos familiares, especialmente los vínculos entre Dios y la familia y los vínculos entre padres e hijos.
Nuestros programas de liderazgo empoderan a los líderes locales para proteger a los niños. ¡Gracias a nuestros donantes por brindarles a personas como la hermana Adeline las habilidades para defender la vida y la familia!