Lo que los proaborto no quieren que se hable (3/3)

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Padre Shenan J. Boquet
Presidente
Human Life International

 

La verdad acerca de los abortos tardíos

La semana pasada la ex presidente del gigante abortista de EEUU Planned Parenthood, Cecile Richards, envió el siguiente mensaje por Twitter: “La mayoría de los abortos – alrededor del 90% - ocurren muy temprano en el embarazo. Cuando ocurren más tarde, casi siempre es porque la salud o vida de la mujer está en riesgo o porque su embarazo ya no es viable”.

El tweet de Richards es un típico ejemplo de la respuesta proaborto a la indignación que ha suscitado la promoción en varios estados del país a favor de facilitar mucho más la práctica de los abortos tardíos.

Pero la verdad es que los datos aportados por el propio movimiento proaborto no apoyan estas afirmaciones de Richards.

El Instituto Alan Guttmacher (AGI, por sus siglas en inglés) es una organización proaborto que se dedica a la investigación. Su fundador, Alan F. Guttmacher, fue presidente de Planned Parenthood, y su propia organización fue fundada como una rama del gigante abortista. Cuando el AGI investigó las razones por las cuales las mujeres se hacen cometer abortos tardíos, las respuestas que encontraron no cuadraban con las afirmaciones proaborto.

Al contrario de lo que los proaborto nos quieren hacer creer, el estudio del propio AGI afirmó que “los datos sugieren que la mayoría de las mujeres que buscan terminaciones tardías [abortos tardíos] no lo están haciendo por razones de anormalidades fetales o peligro para su vida”.

En vez de ello, el AGI informa que el 80% de las mujeres que se hacen cometer abortos después de las 21 semanas se caracterizan por los siguientes diferentes perfiles: “estaban criando hijos solas, estaban deprimidas o utilizando sustancias ilícitas, tenían conflictos con su compañero o estaban sufriendo violencia doméstica, o eran muy jóvenes y nunca antes habían dado a luz”.

Ahora bien, no hay absolutamente nada trivial en estas circunstancias. Sin embargo, vale la pena observar que ninguna de las mismas confirma la afirmación proaborto de que las mujeres que obtienen abortos tardíos lo hacen debido a que están sufriendo de complicaciones que amenazan su vida o porque el bebé no sobreviviría una vez nacido. Aún el propio AGI lo ha tenido que admitir.

Es verdad que la inmensa mayoría de los abortos en EEUU son cometidos antes de las 21 semanas de gestación. El 1.3% de todos los abortos tiene lugar después de esa etapa. Sin embargo, el número de abortos anuales en nuestro país es tan elevado, que ese 1.3% se tradujo en alrededor de 8,000 abortos tardíos en el 2015.

Creo que es de crucial importancia que todos los lectores se detengan en este momento y se imaginen cómo luce un bebé de 21 semanas de gestación, para que todos entendamos que “solamente el 1.3%” no es un “solamente” y nada más. A las 21 semanas, el bebé puede que solo pese menos de una libra, pero tiene presente absolutamente todas las características propias de un bebé completamente formado. El bebé tiene brazos, piernas, dedos en las manos y dedos en los pies. El bebé se mueve en su entorno materno, puede que se chupe el dedo pulgar y patea. Los bebés de esta edad ahora pueden sobrevivir fuera del útero si fuese necesario, aunque, claro, con una intensa atención médica.

Sin embargo, todos los años, los médicos abortistas a través del país inyectan los corazones de estos bebés con sustancias letales y los despedazan extremidad por extremidad, o los queman con soluciones salinas, o inducen un parto prematuro y los dejan morir. Luego recogen sus cuerpecitos maltratados y rotos en pedazos y los echan en basureros o los venden y envían a laboratorios para que sean objeto de macabros experimentos científicos.

Ahora imagine que hubiera otra circunstancia en la cual, bajo el amparo de la ley, ciertos médicos hicieran lo mismo con 8000 seres humanos en EEUU. Imagine la indignación, las protestas, la cobertura mediática que mostraría con toda claridad la evidencia de estos crímenes, los discursos en el Congreso, las peticiones para ponerles fin por parte de los ciudadanos de a pie, etc.

Todo aborto es un crimen y una tragedia. Todo aborto es una horrible violación de los derechos humanos. Pero los hechos acerca del infanticidio y el aborto tardío son tan claros y tan evidentemente terribles, que tienen un efecto en cuanto a despertar las conciencias de la gente ante el intrínseco horror del aborto y también ante el extremismo de los activistas y políticos proaborto que promueven el aborto legal en este país.

Los proaborto quieren que dejemos de hablar acerca del infanticidio y del aborto tardío. Al contrario, creo que hoy no hay mejor razón para comenzar a hablar de esos crímenes. Hablemos de ello en alta voz y a menudo. Porque la verdad es lo que nos hará libres (ver Juan 8:32).