Cómo establecer una cosmovisión cristiana
Una cosmovisión (visión del mundo) es el marco de referencia desde el cual vemos la realidad y le damos sentido a la existencia y al mundo que nos rodea. Cada persona, consciente o inconscientemente, tiene una cosmovisión específica. Esta cosmovisión es establecida, influenciada y apoyada por la antropología (visión de la persona humana), la ideología, la filosofía, la teología y la religión que sostenemos o rechazamos. Esta perspectiva afecta cada aspecto de nuestra vida y sirve de compás y de motor de nuestras principales decisiones, actitudes, comportamientos, convicciones y direcciones. De esa manera nos proporciona las bases fundamentales sobre las cuales establecer nuestra vida.
Cuando se trata de establecer una cosmovisión cristiana, la batalla de las ideas es a menudo la batalla de las definiciones. Después de todo, el que controla el lenguaje es el que tiene poder sobre la mente y el corazón de la gente. Cada palabra tiene su propio énfasis particular, una definición específica y un significado sutil pero al mismo tiempo distinto. Hay un vínculo muy estrecho entre la claridad del lenguaje y la claridad de pensamiento. El que controla el lenguaje, controla el pensamiento y controla a las masas. La pregunta: “¿Qué quiere decir usted con eso?” nunca ha sido tan crucial, especialmente cuando el lenguaje ha sido corrompido. Entre las palabras más cruciales que necesitan una cuidadosa y precisa definición están Dios, ser humano, verdad, fe, mal, tolerancia, masculino, femenino, provida, justicia, matrimonio, familia, libertad, derechos y responsabilidad, por nombrar solo unas pocas [4].
Al considerar el debate actual, hay mucho que obtener de la sabiduría del Papa León XIII, quien enfrentó los desafíos de un mundo moderno en expansión a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. En una época de rápida industrialización, conflicto de clases y crecimiento del capitalismo, el Papa fue testigo de sociedades que con cada vez mayor frecuencia aceptaban lo que contradecía la ley divina. Su consejo, para desafiar la mentalidad y la visión de su época, consistió en que los católicos “deben estudiar a profundidad la doctrina católica”. Una vez llenos de esta doctrina y esta riqueza de enseñanzas, tenían el deber de defender la verdad públicamente. Este consejo es aún más pertinente hoy en día, debido a que muchos católicos son incapaces de articular la doctrina católica sobre la fe y la vida social, lo cual los convierte en presa fácil de la mentalidad y la visión secularistas.
El Papa León XIII estaría de acuerdo con muchos hoy que insisten en que debemos predicar la fe católica por medio del ejemplo personal, pero añadiría que también debemos predicar la fe con las palabras. Como él mismo exhortó: “Por medio de una abierta y constante profesión de las obligaciones que [la fe] impone”. Nuestra reacción no debe basarse en la reacción negativa del público, sino en lo que se sabe que es verdad en cada época. Nuestra reacción no debe consistir en retirarnos de la batalla, sino de correr hacia ella – una vez que primero estemos bien preparados. El Papa señaló que “Jesucristo ha dado a conocer claramente que el odio y la hostilidad de los hombres, que Él mismo fue el primero y el principal en experimentar, se mostrarían en grado similar hacia la labor que ha sido fundada sobre Él”.
Tristemente, muchos no ven la centralidad ni la necesidad de la moral y la religión en la sociedad. Al mismo tiempo, los que aceptan la religión quieren que ésta sea siempre confortable y afirmativa. Quieren una religión que siempre les diga: “Estás bien y te estás comportando bien. No hay necesidad de que cambies”. Pero lo que necesitamos es una religión que nos desafíe, que nos llame a vivir según sus preceptos. Necesitamos una religión que nos corrija, que nos muestre nuestras faltas. Necesitamos una religión que nos diga que no siempre estamos bien. Necesitamos una religión que no nos permita quedarnos contentos sin hacer nada descansando en nuestros laureles o creando nuestras propias verdades.
A medida que la centralidad y el rol de la religión disminuyen en nuestra cada vez más secularizada sociedad, los creyentes necesitan hacer ajustes en cuanto a cómo pensar y reaccionar ante la creciente ola de no creyentes. La respuesta a este tsunami que está invadiendo a nuestro país y al mundo es, como siempre, la proclamación del Evangelio – predicar a Cristo a tiempo y a destiempo. Siempre somos llamados a vivir según los mandamientos de Dios, para establecer una cultura cristiana – ser luz y sal de la tierra. La verdad es que es un signo de vida el resistir el tsunami que intenta dejarnos arrastrar por la corriente. Pero también somos llamados a desafiar los nuevos caprichos de la sociedad contemporánea y a permanecer firmes ante la creciente marea.
Adams y Quincy (pasados presidentes de EEUU) tenían toda la razón. Para que una sociedad sea verdaderamente libre, debe ser establecida por gente virtuosa. El clima moral, religioso y filosófico configura la vida política, cívica y diaria de una nación. El rechazo de la religión y de la moral socava los dos pilares que constituyen el fundamento de la sociedad y de la propia libertad. El resultado es que la gente – y la sociedad en general – caen en la esclavitud del pecado, de los caprichos y de las pasiones.
Nota:
[4]. https://www.hli.org/2016/10/war-marriage-family/.