Por el P. Basilio Cole, O.P.
En tan sólo unas semanas, el Papa Francisco publicará su encíclica sobre el medio ambiente. En él, sin duda, hablará del cambio climático, la contaminación de los ríos y los mares, la desalinización, la deforestación, quizás xenotrasplantes, la eliminación de las especies vivas, los residuos y el cambio climático, entre otras amenazas para el hábitat de la humanidad. Muchos de estos problemas se derivan de la ignorancia, la falta de pruebas científicas correctas y morales, y a menudo la negligencia por parte de los Estados y las empresas para pensar en las consecuencias futuras. Algunas personas ignorantes de las enseñanzas de los papas anteriores, el Catecismo y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia causan revuelo pensando que esto no es materia propia para que escriba el Papa. Sin embargo, desde la época del Papa Pablo VI, todos los papas han hecho muchas contribuciones a las heridas infligidas a nuestro ecosistema como se le llama. Tal vez el Papa San Juan Pablo II dio la mayor atención al problema, seguido por el Papa Benedicto XVI.
Hace casi cincuenta años, Pablo VI hizo muchas advertencias sobre este problema durante su pontificado. Por ejemplo, aconsejó:
... ¿Cómo podemos ignorar los desequilibrios causados ??en la biosfera por la explotación desordenada de las reservas físicas del planeta, incluso con el propósito de producir algo útil, como el despilfarro de recursos naturales que no pueden ser renovados; la contaminación de la tierra, el agua, el aire y el espacio, con los ataques resultantes sobre la vida vegetal y animal? Todo lo que contribuye al empobrecimiento y el deterioro del medio ambiente del hombre en la medida, se dice, de amenazar a su propia supervivencia. Por último, nuestra generación debe aceptar enérgicamente el reto de ir más allá de objetivos parciales e inmediatos para preparar una tierra hospitalaria para las generaciones futuras. (Mensaje a la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Ambiente Humano, 01 de junio 1972)
Del mismo modo, en su encíclica entre muchas otras intervenciones, Centesimus annus, 38, San Juan Pablo advirtió:
37. Igualmente preocupante es la cuestión ecológica junto con el problema del consumismo estrictamente vinculado a ella. En su deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, se consumen los recursos de la tierra y su propia vida de una manera excesiva y desordenada. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro día. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido crear el mundo a través de su propio trabajo, olvida que esto siempre se basa en la primera y originaria donación de Dios de las cosas que son. El hombre piensa que él puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si no tuviese una fisonomía propia y un propósito dado por Dios antes para que el hombre pueda desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En lugar de llevar a cabo su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre se sienta en el lugar de Dios y con ello provoca la rebelión por parte de la naturaleza, que es más bien tiranizada que gobernada por él.
En todo esto, se observa en primer lugar la pobreza o la estrechez de miras del hombre, motivado como él es por el deseo de poseer las cosas en vez de relacionarlas con la verdad, y que carecen de esa actitud desinteresada, gratuita, estética que nace del asombro en el presencia del ser y de la belleza que permite leer en las cosas visibles el mensaje de Dios invisible que las ha creado. En este sentido, la humanidad de hoy debe ser consciente de sus deberes y obligaciones para con las generaciones futuras.
Volviendo al Compendio, que contiene muchas referencias a nuestro problema, el número 466 es muy importante:
466. El cuidado del medio ambiente representa un desafío para toda la humanidad. Se trata de un deber común y universal, el de respetar un bien común, destinado a todos, al impedir que alguien utilice "impunemente las diversas categorías de seres, ya sean vivos o inanimados - animales, plantas, los elementos naturales - simplemente como uno desea, de acuerdo a las propias necesidades económicas propias". Es una responsabilidad que debe madurar en función de la dimensión global de la actual crisis ecológica y la consiguiente necesidad de satisfacerla a nivel mundial, ya que todos los seres son interdependientes en el orden universal establecido por el Creador. "Hay que tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado, que es precisamente el "cosmos"".
Esta perspectiva adquiere una importancia especial cuando se tiene en cuenta, en el contexto de las estrechas relaciones que unen a las distintas partes del ecosistema, el valor ambiental de la biodiversidad, que debe ser manipulada con un sentido de responsabilidad y adecuadamente protegido, porque constituye una extraordinaria riqueza para toda la humanidad. En este sentido, cada persona puede reconocer fácilmente, por ejemplo, la importancia de la Amazonia", una de las regiones naturales más valiosos del mundo por su diversidad biológica, siendo vital para el equilibrio ambiental de todo el planeta". Los bosques ayudan a mantener el equilibrio natural esencial necesario para la vida. Su destrucción también a través de la configuración desconsiderada y maliciosa de los incendios, acelera los procesos de desertificación, con consecuencias peligrosas para las reservas de agua y pone en peligro la vida de muchos pueblos indígenas y el bienestar de las generaciones futuras. Todos los individuos, así como los sujetos institucionales deben sentir el compromiso de proteger el patrimonio de los bosques y, en su caso, promover programas adecuados de reforestación.
Siguiendo los pasos de San Juan Pablo, el Papa Benedicto XVI habló a menudo de este tema. En dos ocasiones, dijo:
El orden de la creación exige que se dé prioridad a aquellas actividades humanas que no causan daños irreversibles a la naturaleza, sino que en su lugar se teje en el tejido social, cultural y religioso de las diferentes comunidades. De esta manera, se logra un equilibrio entre el consumo sobrio y la sostenibilidad de los recursos. "(Mensaje al Director General de la Organización para la Agricultura y la Alimentación para la Celebración del Día Mundial de la Alimentación, 16 de octubre de 2006.)
"La preservación del medio ambiente, la promoción del desarrollo sostenible y la atención particular al cambio climático son motivo de grave preocupación para toda la familia humana." (Carta al Patriarca Ecuménico de Constantinopla con motivo del VII Simposio de la religión, la ciencia y la Movimiento de Medio Ambiente 1 de septiembre de 2007)
La causa de estas preocupaciones por el medio ambiente se reducen al vicio de la avaricia destronando a la virtud de la prudencia en su esencia, es decir, el deseo de tener más desproporcionado con el fin de ser cumplido, o el propósito de la empresa para el beneficio o para el mal. Santo Tomás de Aquino da una definición clara de este vicio:
... [M] los bienes materiales tienen la calidad de utilidad hacia un fin. En consecuencia, el bien humano en ellos consiste en una medida determinada, a saber, que una persona pretende poseer riqueza material en la medida que es necesaria para una vida adecuada a su estación. El pecado es ir más allá de esta medida, es decir, la voluntad de adquirir o acumular bienes materiales en exceso. El significado de la avaricia, que se define como el amor desenfrenado de poseer, implica esto y por lo que la avaricia es claramente un pecado.1
Siguiendo la enseñanza de San Gregorio el Grande, que está de acuerdo que las hijas de la avaricia, traición, fraude, falsedad, perjurio, inquietud, violencia y crueldad a plomo, merced a una serie de problemas morales personales y sociales que socavan la dignidad humana. Uno puede usar la imaginación y ver cómo funciona este sistema en términos de un estado o una corporación al no querer pensar en el medio ambiente, sino más bien querer tantos beneficios o ahorros en esta área con el fin de gastarlo en otras áreas para los accionistas o para el gobierno mismo.
Se hace muy difícil pensar en el bien común de una nación en términos de hábitat si sus líderes y jefes de empresas están corrompidos por el pecado de la avaricia en sus vidas personales. Así que el Catecismo también advierte claramente para creyentes y para algunos incrédulos en la medida en que
339 ... Cada una de las distintas criaturas, queridas en su ser, refleja en su propia manera, un rayo de la sabiduría y la bondad infinita de Dios. Por lo tanto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura, para evitar un uso desordenado de las cosas que se hallarían en el desprecio del Creador y traería consecuencias desastrosas para los seres humanos y su medio ambiente.
2415 El séptimo mandamiento exige el respeto a la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de pasado, presente y futuro de la humanidad. El uso de los minerales, vegetales, y los recursos animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio del hombre sobre los seres inanimados y los de vida concedido por el Creador no es absoluto; está limitado por la preocupación por la calidad de vida de su prójimo, incluidas las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación.
2432 A los responsables de las empresas les corresponde ante la sociedad los efectos económicos y ecológicos de sus operaciones. Tienen la obligación de considerar el bien de las personas y no sólo el aumento de los beneficios. Las utilidades son necesarias, sin embargo. Ellos permiten realizar las inversiones que aseguran el futuro de una empresa y que garanticen el empleo.
Con un fondo tan grave teológicamente a extraer, y que está en consonancia con la reciente tradición del Magisterio para proteger teológicamente el pueblo de Dios del falso pensamiento sobre el papel del medio ambiente y la importancia de no sólo ser "verde". Esto es no es de sí un movimiento de "izquierda", pero integral de la Doctrina Social de la Iglesia, ya que todos los toques a lo que constituye la dignidad de la persona humana mantiene el sentido de la dignidad en alto. Somos cuerpos así como almas necesitadas de cosas materiales y animales para seguir manteniendo nuestra existencia con el fin de crecer en la virtud. Cuando una virtud se convierte en una vicio en una sociedad, que entonces vive en ese tipo de ambiente, hace que la virtud sea más difícil de alcanzarse debido al mal ejemplo. Si la Tierra sufre un daño permanente, que afecta al cuerpo de manera perjudicial, tomando ejemplos de la contaminación del aire o devastando el océano con peces mercurizados necesarios para la supervivencia en algunos países.
Todos los vicios tienen consecuencias negativas para el bien común y personal de las personas humanas. Corresponde al Magisterio, sacerdotes y diáconos advertir contra los vicios a menudo apelando a las consecuencias negativas con el fin de motivar a la gente a la verdadera dignidad y la identidad de Dios y su brújula moral. Sin esta brújula, la solidaridad, la civilización del amor, la amistad cívica y similares se convierten en una papilla de la retórica sin ningún efecto práctico.
El propósito de la próxima encíclica no va a ser la de ofrecer soluciones técnicas para el medio ambiente herido que tenemos sino para incitar a los líderes empresariales y los gobiernos a pensar en las futuras generaciones cuando se utiliza la tierra buena de los productos y al mismo tiempo tratar de convertir a los explotadores al poner en las personas los mayores beneficios y la preservación de la tierra sobre su devastación. La corrupción política, los gobiernos opresivos, el subdesarrollo y la administración mediocre de los activos físicos de un país causan daños indebidos para el bien común de las generaciones presentes y futuras. ¿Los pueblos del mundo escucharán al Papa Francisco o serán como los sumos sacerdotes del Sanedrín cuando hablaron los soldados sobre el Cristo resucitado les sobornó para contar una historia diferente?
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1 Summa Theologiae, Santo Tomás de Aquino, II-II 118, 1, virtudes de la justicia en la comunidad humana, TC O'Brien (tr. Y ed.), Vol. 41 (Nueva York: McGraw-Hill Company, 1972).
Padre Basilio Cole, OP es actualmente profesor de Moral y Teología Espiritual de la Pontificia Facultad de la Inmaculada Concepción, en la Casa Dominicana de Estudios en Washington, DC. El Padre es también autor de la música y la Moral, Los Enemigos ocultos del sacerdocio y coautor de Totalidad cristiana; Teología de la Vida Consagrada. Un nativo de San Francisco, el padre ha sido prior en la provincia occidental de los Dominicos, un misionero de la parroquia y maestro retirado, y profesor invitado.de teología moral y espiritual en el Angelicum de Roma
Traducido por Cecilia Rdguez. Galván
Asesora Red Latinoamericana de Sacerdotes y Seminaristas por la Vida
Programa de Vida Humana Internacional