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Junio: sanando la cultura a través del Sagrado Corazón.

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Por el Padre Shenan J. Boquet – presidente de Vida Humana Internacional.

Publicado el 2 de junio del 2025.



Es el mes de junio. ¿Sabes lo que significa eso, ¿verdad? ¡Significa que es el mes del Sagrado Corazón, claro!

Por desgracia, algunos de mis lectores habrán pensado, con tristeza: “Es el mes del Orgullo Gay”. No culpo a quienes lo hicieron. Así de efectivos son los arquitectos de la cultura de la muerte. Hay que reconocerles la virtud: son extraordinariamente hábiles para distorsionar el lenguaje, utilizando las herramientas del marketing moderno para transformar la sociedad desde sus cimientos.

Encontrando consuelo en el Sagrado Corazón.



Cómo lidiar con la atracción hacia el mismo sexo.

Sin embargo, el hecho de que la sociedad en general esté celebrando el mal llamado mes del “Orgullo Gay” no significa que no podamos aportar nuestro granito de arena, desde cualquier ámbito en el que nos encontremos, para atraer corazones y mentes hacia algo más profundo y enriquecedor que la celebración de la libertad sexual. Por fortuna, la Iglesia nos ha brindado una maravillosa devoción que puede actuar como antídoto contra el veneno que se está propagando por las ondas de radio y las calles de la mayoría de nuestras principales ciudades este mes: la devoción al Sagrado Corazón.

Esta hermosa devoción es una de las más populares en la Iglesia Católica. La devoción al Sagrado Corazón tiene raíces antiguas. Sin embargo, la devoción actual se remonta más directamente a los escritos de la monja francesa Margarita María Alacoque, quien vivió en el siglo XVII. Según Santa Margarita María, Jesús le reveló esta devoción en una serie de apariciones. Puede encontrar el articulo completo en su idioma original en el siguiente link: https://www.thedivinemercy.org/articles/sacred-heart-and-divine-mercy-0

Como ella escribió:

 Y entonces Él (Cristo) me mostró que era su gran deseo de ser amado por los hombres y de apartarlos del camino de la ruina, lo que le hacía querer manifestar a los hombres su Corazón con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracia, de santificación y de salvación que contiene, para que los que quieran rendirle y procurarle todo el honor y amor posible, se enriquezcan abundantemente con esos tesoros divinos de los que su Corazón es la fuente.

La primera celebración de un mes dedicado al Sagrado Corazón tuvo lugar en Francia, durante la Revolución Francesa, cuando las ciudades francesas se vieron bañadas por la sangre de innumerables víctimas del Terror, muchos de ellos sacerdotes y monjas que se negaron a abrazar el ateísmo revolucionario. Luego, en 1856, el Papa Pío IX instituyó la Fiesta del Sagrado Corazón para la Iglesia universal. Cuatro décadas después, en 1899, el Papa León XIII publicó la encíclica Annum Sacrum, declarando que, en la “iglesia principal de cada pueblo y aldea”, los fieles de todo el mundo debían consagrarse solemnemente al Sagrado Corazón de Jesús.



Según el Papa León XIII, cuando el hombre, en su orgullo, intenta liberarse de Dios, se convierte en esclavo de sus pasiones. Cuando el hombre olvida a Dios, se pierde de vista a sí mismo.


¿Les suena familiar? Asistan a cualquiera de los multitudinarios desfiles del Orgullo en nuestras ciudades y serán testigos del espectáculo de hombres y mujeres que han olvidado quiénes son, su profunda dignidad, su llamado a algo mucho más elevado que la celebración de sus pasiones más bajas.



El Sagrado Corazón en las Escrituras.


Como santos y sabios han enseñado durante milenios, el antídoto contra la tiranía de las pasiones es cultivar la autodisciplina y, sobre todo, el amor auténtico y abnegado.


El corazón, por supuesto, es el símbolo más común del amor. De eso, en definitiva, se trata toda la devoción al Sagrado Corazón: una devoción diseñada para elevar nuestra mente hacia lo alto, hacia el amor de Dios por el hombre, y hacia nuestro llamado a participar de ese amor en la medida de nuestras posibilidades.


Cabe decir que los Evangelios no son más que un largo discurso sobre la naturaleza del amor. Posiblemente el pasaje más citado de toda la Escritura sea Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna”.



Si el acto final de la vida de Cristo, el sacrificio de su propia vida es la máxima expresión del amor divino, también es cierto que encontramos innumerables ejemplos de la profundidad del amor divino a lo largo de los Evangelios.


La profundidad de la compasión de Cristo parece inconmensurable: basta con observar las lágrimas que derramó por Lázaro, o la forma en que se inclina y toca a los oprimidos y marginados, incluyendo a los infectados con la temible enfermedad de la lepra.


O pensemos en la Parábola del Buen Samaritano, la más maravillosa de las muchas parábolas de Cristo. Hace unos días, nuestro nuevo Papa, reflexionó sobre el tema de la profunda compasión de Cristo.












Durante Audiencia General semanal, el Papa León XIV reflexionó sobre la parábola del Buen Samaritano, desafiándonos a que no permitamos que nuestras vidas ajetreadas “nos impidan sentir compasión” hacia los demás.














El Santo Padre reflexionó sobre el extraño hecho de que el sacerdote y el levita, ambos íntimamente involucrados en la vida del templo, pasaran sin tomar en cuenta al hombre que había sido asaltado y abandonado herido al borde del camino. “La práctica del culto no conduce automáticamente a la compasión”, señala. “De hecho, antes de ser una cuestión religiosa, ¡la compasión es una cuestión de humanidad! Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos”.


El Santo Padre resume el mensaje de la parábola de esta manera:


Jesús, por tanto, cuenta una parábola que sirve como camino para transformar esa pregunta, para pasar de “¿quién me ama?” a “¿quién me ha amado?”. La primera es una pregunta inmadura; la segunda, la de un adulto que ha comprendido el sentido de su vida. La primera es la que nos hacemos cuando nos sentamos en un rincón a esperar; la segunda, la que nos impulsa a emprender el camino.

La compasión de la Iglesia.


Al reflexionar sobre esta tensión entre la celebración secular del Orgullo Gay y la celebración sagrada del Sagrado Corazón, nos consuela recordar que, en sus enseñanzas y acciones, la Iglesia demuestra una profunda compasión por quienes sufren atracción hacia personas del mismo sexo o están profundamente inmersos en el estilo de vida homosexual.


Con frecuencia, como se recuerda, fueron las clínicas y hospicios administrados por la Iglesia quienes atendieron a quienes padecían VIH/SIDA durante el auge de la epidemia.


En todo el mundo, son a menudo las clínicas administradas por la Iglesia las que atienden a quienes sufren las trágicas consecuencias de sus conductas sexuales, sin prejuicios ni juicios.


El tierno corazón de la Iglesia ama a todos, independientemente de su estilo de vida o decisiones. El espíritu del Buen Samaritano.


Al mismo tiempo, también es la Iglesia la que se ha mantenido firme frente a la presión para diluir sus enseñanzas morales, continuando en cambio con la proclamación de la verdad: que la licencia sexual de cualquier tipo, incluidas las relaciones homosexuales, es un camino hacia la muerte física y espiritual.



La caridad en el Catecismo.


El Catecismo de la Iglesia Católica (Nro. 2358) enseña claramente que las personas con atracción hacia el mismo sexo deben ser tratadas con amor y respeto. Sin embargo, también enseña que promover las relaciones homosexuales es contrario a la fe, la moral y el plan de Dios para la sexualidad humana.


Existe mucha confusión en torno a este tema. Lamentablemente, a veces esta confusión es perpetuada incluso por líderes de la Iglesia que temen enseñar la verdad sobre este tema debido a la percepción de que cualquier cosa que se diga con claridad es odiosa, hiriente e intolerante.


La Iglesia sostiene que las personas que viven con atracción hacia el mismo sexo no deben ser discriminadas injustamente ni tratadas con malicia ni violencia; sin embargo, también enseña que el estilo de vida y la actividad homosexuales son contrarios al plan y diseño de Dios para la sexualidad humana.


El papel de la Iglesia es presentar la plenitud de la verdad del plan de Dios para la sexualidad, que no cambia. La respuesta de la Iglesia es enseñar con mayor claridad la verdad sobre la dignidad de la persona humana y llamar a nuestros hermanos y hermanas a una vida de santidad, que siempre incluye la virtud de la castidad.


Debemos presentar una visión del amor humano que sea verdadero, bueno y bello.


Como dijo recientemente Su Eminencia, el Cardenal Frank Leo, arzobispo de Toronto:


Debemos asegurarnos de que los símbolos que usamos sean coherentes con nuestra fe católica y no estén tomados de foros ideológicos, promovidos por grupos de presión ni respaldados por movimientos políticos. Debemos honrar y respetar nuestras tradiciones y no comprometer la integridad de la fe usando símbolos contrarios a la revelación divina de Dios. Nos conviene usar nuestros propios símbolos para contar nuestra propia historia, sin recurrir a símbolos de moda, erróneos e inadecuados que no nos representan como católicos, sino que contribuyen a la confusión, las distorsiones y las ambigüedades sobre lo que la fe católica realmente enseña sobre la persona humana, la naturaleza humana y la ley moral natural.

En el corazón mismo de la enseñanza de la Iglesia sobre este difícil tema se encuentra el amor. La ideología LBTQ suele decir que “el amor es amor”, pero no es cierto. Amar, amar de verdad, es desear el bien del ser amado. Las enseñanzas de la Iglesia no significan que no pueda encontrarse cuidado, preocupación y amor en las relaciones entre personas del mismo sexo. Sin embargo, en la medida en que promueven un uso desordenado de la sexualidad, son contrarias al amor. Lo cierto es que la sexualidad humana tiene significado, propósito y diseño. Sirve para algo: para la procreación y la unión.



Medita en el Sagrado Corazón.


La devoción al Sagrado Corazón nos recuerda que Jesús transforma a quienes meditan en su precioso don. Y nos llama a imitar su amor, que vemos ilustrado con tanta fuerza en la parábola del Buen Samaritano.




Vale la pena retomar la meditación del Papa León XIV sobre la parábola. En ella, señala: “La compasión se expresa con gestos prácticos”. El Buen Samaritano, señala, está dispuesto a arriesgarse a llegar tarde a cualquier destino. No le preocupa contaminarse. En cambio, limpia y cura sus heridas, lo lleva a un lugar de descanso y paga por su cuidado.


“Queridos hermanos y hermanas”, pregunta el Santo Padre a sus oyentes, “¿cuándo seremos también nosotros capaces de interrumpir nuestro camino y tener compasión? Cuando comprendamos que el hombre herido en la calle nos representa a cada uno de nosotros. Y entonces, el recuerdo de todas las veces que Jesús se detuvo para cuidarnos nos hará más capaces de compasión”.


El Santo Padre concluyó su meditación instando a sus oyentes a “…debemos recurrir al Sagrado Corazón, modelo de verdadera humanidad, y pedirle que haga nuestro corazón cada vez más semejante al suyo”.


“…oremos, para que crezcamos en humanidad”, dijo, “para que nuestras relaciones sean más auténticas y ricas en compasión. Pidamos al Corazón de Jesús la gracia de tener cada vez más los mismos sentimientos que él”.



P. SHENAN J. BOQUET


Como presidente de Human Life International, el Padre Shenan J. Boquet es un destacado experto en el movimiento internacional provida y familia, habiendo viajado a casi 90 países en misiones provida durante la última década. El Padre Boquet trabaja con líderes provida y profamilia en 116 organizaciones que se asocian con Vida Humana Internacional para proclamar y promover el Evangelio de la Vida.


Lea su biografía completa aquí.



https://www.hli.org/2025/06/june-healing-the-culture-through-the-sacred-heart/




 

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