31/03-2011
Por: Miguel Manzanera, SJ
Todavía están grabadas en nuestras retinas las espeluznantes escenas del terremoto de magnitud 9 en la escala Richter y del subsiguiente maremoto, que estremecieron las costas japonesas de la región de Fukushima el pasado 11 de marzo. Las gigantescas olas embravecidas arrastraban violentamente autos, barcos, aviones y casas como si fuesen juguetes infantiles, arrasando carreteras, construcciones e incluso aldeas enteras con el trágico balance provisional, hasta el 25 de marzo, de 14.070 personas muertas, 23.100 desaparecidas y pérdidas económicas por más de 150.000 millones de euros. Además el pueblo nipón sigue viviendo tiempos de zozobra y alerta ante la amenaza, todavía no desvanecida, de un posible desastre radiactivo nuclear pavoroso.
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