Padre Shenan J. Bouquet
Presidente
Human Life International
Debe revocar el Informe Kissinger y disculparse por el mal hecho
La semana pasada escribí sobre la admirable labor que está realizando la administración de Trump para promover la causa provida a nivel internacional. Es extremadamente alentador ver a los funcionarios de la administración formando coaliciones con otras naciones provida, para rechazar la mentalidad antivida que domina entre los burócratas internacionales. EEUU ejerce una enorme influencia global, y es apropiado que use ese poder para proteger la soberanía nacional y los derechos de los más inocentes e indefensos.
El hecho de que EEUU adopte una política exterior que esté explícitamente comprometida con combatir proactivamente la matanza de bebés inocentes no nacidos y promover un enfoque holístico y verdaderamente provida para la salud de las mujeres marca un cambio radical. Sin embargo, demasiadas personas siguen ignorando el hecho de que gran parte de la política exterior de EEUU está envenenada por el compromiso de exportar el control coercitivo de la población, basado en la anticoncepción y el aborto legal, para proteger los intereses de EEUU.
Todo se explica de manera explícita y con una objetividad burocrática escalofriante en el Informe Kissinger, adoptado por el Consejo de Seguridad Nacional de la administración de Richard Nixon en 1974. Este nefasto documento de alto secreto, también conocido como Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200 (NSSM 200), fue desclasificado a finales de los 80. El tema que aborda está resumido en su título más extenso “Implicaciones del crecimiento de la población mundial para la seguridad de EEUU y sus intereses en el extranjero”. El documento fue el resultado de la colaboración entre la CIA, la USAID (Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional) y los Departamentos de Estado, Defensa y Agricultura [1].
Este documento nunca ha sido revocado. Todo lo contrario: está bastante claro que su argumentación se ha infiltrado profundamente en la política exterior de EEUU, así como en la “filantropía” dirigida por Occidente en general. En mi opinión, hace mucho tiempo que el gobierno de EEUU debe rechazar formalmente este documento malévolo, con su racismo apenas oculto y la aceptación de un colonialismo ideológico paternalista y destructivo.
El Informe Kissinger y la histeria de la “sobrepoblación”
El Informe Kissinger fue escrito y adoptado en un momento en que la histeria en torno al mito de la “sobrepoblación” estaba en su apogeo. En 1968, Paul Ehrlich había publicado su libro The Population Bomb (“La bomba de la población”, traducción libre), prediciendo hambrunas a gran escala en las próximas décadas si la población no se reducía radicalmente. La primera línea “apocalíptica” del libro de Ehrlich decía: “La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado”. Sin embargo, esta predicción ha caído en la infamia como una de las predicciones más equivocadas de la historia. Así ha sucedido con muchas de las otras predicciones de Ehrlich.
The New York Times resumió en un sorprendente artículo sobre cuán equivocado resultó ser Ehrlich. En su libro, Ehrlich “pronosticó que cientos de millones morirían de hambre en la década de 1970 y que de estos 65 millones serían estadounidenses, además dijo que la India estaba esencialmente condenada, que las probabilidades eran altas de que Inglaterra no existirá en el año 2000. El Dr. Ehrlich estaba tan seguro de sí mismo que advirtió en 1970 que en algún momento durante los próximos 15 años, ‘llegará el final’. Con las palabras ‘el final’, quiso decir un colapso total de la capacidad del planeta para sostener a la humanidad” [2].
Debería ser sorprendente que después de estar tan terriblemente equivocado en cada una de sus predicciones, Ehrlich todavía logró (y actualmente se las arregla) para mantener una reputación como un “experto” cuyas predicciones son solicitadas habitualmente por los medios de comunicación (sin mencionar, de manera desalentadora, el mismo Vaticano). Pero ese es otro asunto para otro día. El punto es que las predicciones apocalípticas de Ehrlich estaban en el aire a fines de los años 60 y principios de los 70. Su libro vendió millones de ejemplares, y muchas personas (incluidas aquellas en puestos de autoridad) estaban completamente convencidas de que había dicho la verdad. Se consideraron necesarias medidas drásticas para evitar una catástrofe.
El Informe Kissinger está impregnado del pensamiento de The Population Bomb. Comienza haciendo eco de predicciones dramáticas sobre la tasa de crecimiento de la población, y concluye: “Las poblaciones en crecimiento tendrán un grave impacto en la necesidad de alimentos, especialmente en los países más pobres y de más rápido crecimiento… La consecuencia más grave para el corto y mediano plazo es la posibilidad de hambrunas masivas en ciertas partes del mundo, especialmente en las regiones más pobres”.
Sin embargo, en varios puntos, el documento está claramente menos preocupado por los supuestos efectos nefastos en estos países mal llamados “superpoblados”. En cambio, los autores están claramente más ansiosos por el impacto que tendrá la crisis de la población y el malestar social que predicen sobre el acceso de EEUU a los recursos naturales necesarios para garantizar la continuidad de su propia prosperidad y seguridad. El documento es contundente en sus afirmaciones:
La economía de EEUU requerirá grandes y crecientes cantidades de minerales del exterior, especialmente de los países menos desarrollados. Ese hecho hace que EEUU tenga un mayor interés en la estabilidad política, económica y social de los países proveedores. Siempre que una disminución de las presiones demográficas a través de la reducción de las tasas de natalidad pueda aumentar las perspectivas de tal estabilidad, la política de población se vuelve relevante para los suministros de recursos y los intereses económicos de EEUU.
En otras palabras, el hecho de que las personas en los países pobres tengan más bebés de lo que el gobierno de EEUU cree que es sabio es una amenaza para EEUU. ... y se debe hacer algo al respecto.
La solución siniestra del Informe Kissinger: el control coercitivo de la población
La solución propuesta por el Consejo de Seguridad Nacional es clara en su simplicidad. “Si las cifras futuras deben mantenerse dentro de límites razonables, es urgente que las medidas para reducir la fertilidad se inicien y se hagan efectivas en las décadas de 1970 y 1980”, señala el documento. La pregunta, por supuesto, es cómo hacer esto. En lo que respecta a los autores, EEUU puede y debe invertir enormes recursos en este esfuerzo. En primer lugar, dentro de los programas de asistencia exterior de EEUU se debe dar “trato preferencial” a los “programas rentables para reducir el crecimiento de la población; incluyendo tanto actividades de planificación familiar como actividades de apoyo en otros sectores”. Es decir, en lugar de proporcionar las necesidades de la vida a los países necesitados, EEUU debería centrarse en exportar anticonceptivos y, por supuesto, el aborto.
Cuando se trata de los métodos más controvertidos para reducir el crecimiento de la población, incluida la coerción y el aborto, los autores recurren a un doble lenguaje. Pero a pesar de sus esfuerzos, está bastante claro cuál es su posición: si pueden salirse con la suya, lo harán, y cuanto más abortos, mejor.
Por un lado, los autores afirman que las diversas agencias involucradas en la redacción del documento “no tienen recomendaciones específicas que proponer sobre el aborto”. Pero agregan de inmediato, hay “ciertos hechos sobre el aborto que deben ser apreciados”. El primero de estos hechos es que “ningún país ha reducido el crecimiento de su población sin recurrir al aborto”. Dado que todo el documento trata sobre la urgencia imperiosa de reducir el crecimiento de la población en los países en desarrollo, esta declaración apenas deja dudas sobre lo que el gobierno de EEUU quisiera ver en los países en desarrollo cuando se trata de un mayor acceso a la anticoncepción y al aborto.
En el tema de la coerción es donde el Informe Kissinger realmente juega sus cartas. El documento se expresa de boca para afuera en cuanto a evitar medidas coercitivas (a lo que el documento se refiere eufemísticamente como “apalancamiento”), preocupándose de que cualquier apariencia de obligar a los países a reducir su tasa de natalidad podría llevar a un retroceso local. “Existe”, advierten los autores, “el peligro de que algunos líderes de los países menos desarrollados vean las presiones de los países desarrollados para [que acepten] la planificación familiar [anticoncepción y aborto] como una forma de imperialismo económico o racial; esto bien podría crear una reacción violenta grave”.
En efecto, los líderes de los países menos desarrollados podrían verlo de esa manera. Y podría conducir a una reacción violenta grave.
Pero este aparente destello de sabiduría resulta ser un engaño: porque, en el siguiente párrafo, los autores proponen de inmediato formas en que las naciones desarrolladas podrían presionar a los gobiernos del tercer mundo para que adopten medidas de control de la población de todos modos:
También hay un precedente establecido para tener en cuenta el desempeño de la planificación familiar en la evaluación de los requisitos de asistencia por parte de la USAID y los grupos consultivos. Dado que el crecimiento de la población es un determinante importante de los aumentos en la demanda de alimentos, la asignación de los escasos recursos de PL 480 [Alimentos para la Paz] debería tomar cuenta qué pasos está tomando un país en el control de la población, así como en la producción de alimentos. En estas relaciones sensibles, sin embargo, es importante en estilo y sustancia para evitar la apariencia de coerción.
En otras palabras: les daremos comida, pero solo si demuestran que han tomado medidas para reducir la cantidad de personas en su país que necesitan comer la comida que le estamos dando. Pero esto no es realmente una coerción, los autores parecen pensar, incluso si pudiera tener la “apariencia” de ello.
Todo esto es un juego de palabras, por supuesto. Esta es la coerción del tipo más cínico: el convertir en un arma la pobreza de la nación en desarrollo y su dependencia en la ayuda externa para lo esencial de la vida a fin de forzar una agenda ideológica particularmente siniestra con un motivo oculto. Naturalmente, la provisión de control de la natalidad y la promoción del aborto se abordarán en el contexto de cuestiones humanitarias, que satisfagan las necesidades de las personas en estos países. Pero en realidad, el motivo subyacente es la preocupación de EEUU por su propia seguridad nacional y el acceso a los escasos recursos naturales.
Es hora de abrogar el Informe Kissinger
Desafortunadamente, el Informe Kissinger y su mentalidad se afianzaron en los departamentos y programas del gobierno de EEUU. Los ciudadanos de países del tercer mundo que están literalmente hambrientos y sedientos a menudo viven con la realidad paradójica de tener acceso a una sobreabundancia de condones y otros anticonceptivos (así como al aborto legal e ilegal), que no pidieron, mientras carecían de comida, agua, atención médica y otras necesidades básicas por las cuales están suplicando.
En algunos casos, las políticas defendidas en el Informe Kissinger han llevado a EEUU a ser cómplice de atrocidades horribles. Por ejemplo, durante muchos años, EEUU financió las actividades del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en China. Las denuncias de las actividades del UNFPA en ese país han demostrado que los funcionarios de la ONU participaron en la aplicación de la brutal política de un solo hijo de China, que incluye el uso del aborto forzado. Afortunadamente, la administración de Trump dejó de financiar al UNFPA en 2017.
Sin embargo, como ya he mencionado, el Informe Kissinger nunca ha sido derogado. Como tal, todavía equivale a la posición formal del gobierno de EEUU sobre cuestiones de población. Hoy en día, muchos gobiernos están comenzando a darse cuenta del hecho de que no es la “sobrepoblación”, sino la implosión de la población la que plantea un grave riesgo para la seguridad nacional y la estabilidad social. Pero independientemente de las consideraciones prácticas, los principios morales muestran claramente que para un país presionar, e incluso exigir, que otro país reduzca su población utilizando medios inmorales es una grave injusticia. Para nuestra vergüenza eterna, la política exterior de EEUU incluyó tales principios malvados, basados en tal falta de respeto por la soberanía y la integridad cultural y moral de las naciones en desarrollo. Expreso mi gratitud a la administración Trump por comenzar a cambiar el tenor de nuestra política exterior, y le insto a revocar formalmente el Informe Kissinger y a disculparse por el mal que nuestro país cometió bajo la influencia de dicho informe.
Notas:
[1]. https://pdf.usaid.gov/pdf_docs/Pcaab500.pdf.
[2]. https://www.nytimes.com/2015/06/01/us/the-unrealized-horrors-of-population-explosion.html.
Fuente original: https://www.hli.org/2020/02/time-for-the-trump-administration-to-formally-rescind-nssm-200/