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Papa Francisco: Promotor de reconciliación y pacificación

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Autor: Miguel Manzanera, SJ

El Papa Francisco en su viaje relámpago, del 24 al 26 de mayo, a la Tierra Santa, Jordania, Belén y Jerusalén, ha cumplido de modo extraordinario la dificilísima tarea de promover la compresión y la unión ecuménica entre las iglesias cristianas, la reconciliación fraterna entre las tres grandes religiones monoteístas y así como también la pacificación entre Israel y Palestina. Con su habitual audacia espiritual Francisco no ha dudado en acudir a los mismos escenarios históricos conflictivos para oir personalmente a sus interlocutores y buscar juntos posibles avances para el futuro.

El Concilio Vaticano II dio un gran impulso al diálogo ecuménico entre las Iglesias Ortodoxas y la Iglesia Católica Romana, visualizado públicamente con el histórico abrazo entre el Patriarca Atenágoras de Constantinopla y el Papa Pablo VI hace cabalmente 50 años. Ahora sus sucesores, Bartolomé y Francisco respectivamente, han repetido este gesto fraterno. Incluso el Papa quiso besar la mano del Patriarca en señal de reverencia. Las oraciones y la declaración conjunta muestran su enorme interés y preocupación para superar los obstáculos históricos de la separación ya milenaria que ahora no parece insalvable.

En el encuentro en el Santo Sepulcro, vivido en un clima de franca amistad, Bartolomé y Francisco, se comprometieron en la búsqueda de la unidad, aceptando la pluralidad legitima que no afecte la a la verdad y a la caridad. Ciertamente se intensificarán los encuentros teológicos y pastorales entre las múltiples confesiones cristianas orientales y la Iglesia Católica para que se cumpla el mandamiento de Jesús a los apóstoles de amarse sinceramente para que “sean uno” (Jn 17, 21).

Mucho más arduo y complicado era el diálogo entre los Presidentes de Israel y Palestina. Francisco ha hecho lo imposible para construir puentes entre las dos entidades, a quienes otorgó el tratamiento de estados, solidarizándose con las tragedias que han afectado y afectan a ambos pueblos. En Belén el Papa emocionado inclinó su cabeza contra la “muralla de la vergüenza” que encierra a los palestinos en un gueto, y oró a Dios pidiéndole que sea retirada.

Un momento muy emotivo se vivió en el Museo del Holocausto en Jerusalén donde Francisco tras besar las manos de seis sobrevivientes de la Shoá, encendió el fuego de la memoria, rezó y pronunció una meditación en forma de oración, “Adán, ¿dónde estás?”, en la que clamó a Dios para que “nunca más” permita un horror semejante, “una monstruosidad” y “un pecado” del que la humanidad debe “avergonzarse”.

Otro gesto profético se produjo en el Muro de las Lamentaciones que mantiene vivo el recuerdo de la destrucción del Templo de Jerusalén y la expulsión de los israelíes de la Tierra Santa. La oración para que Jerusalén sea la ciudad de la paz de las tres grandes religiones monoteístas, fue sellada con el fraterno abrazo de sus representantes, el Papa y sus dos acompañantes venidos de Argentina, el rabino Abraham Skorka, Rector del Seminario rabínico latinoamericano, y el dirigente musulmán Omar Abboud, Presidente del Instituto para el diálogo interreligioso de Buenos Aires.

Gran significación tuvieron los abrazos y muestras de afecto que el Papa intercambió con el Presidente de Israel, Simon Peres, y en otro escenario con el Presidente del Estado Palestino, Mahmud Abbas. Ambos líderes aceptaron la invitación del Papa a participar en un próximo encuentro de oración en el Vaticano para pedir a Dios encontrar un camino hacia la paz.

En definitiva este viaje a Tierra Santa, seguido por millones de radioescuchas y televidentes en el mundo entero, ha sobrepasado todas las expectativas y constituye un motivo de agradecimiento a la Sabiduría divina que ha inspirado al Papa y a los demás protagonistas de este encuentro histórico que dará frutos ecuménicos, interreligiosos y también políticos en un plazo no muy lejano.